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Dámaso de Inza (Miguel Olasagarre Zubillaga, 1886-1986)

Miguel Olasagarre Zubillaga nació el 19 de octubre de 1886 en Inza, valle de Araiz (Navarra), trasladándose poco después, junto con sus padres Juan Felipe y Juana Francisca, al pueblo de Madoz, donde frecuentó la escuela primaria. El año 1900 ingresó en el Seminario Conciliar de Pamplona, donde cursó los dos primeros años de las llamadas Humanidades. En 1902 cambia el rumbo de su vida, hacía poco iniciado, pasando del seminario diocesano al noviciado que los capuchinos tenían en Sangüesa. Allí emitió los votos temporales el 8 de septiembre de 1903 con el nombre de Dámaso de Inza, nombre con el que se le conocería hasta el final de su vida. Seguidamente completó los estudios de Humanidades en Tudela (1903-1904), continuando con el currículo de materias filosóficas, de 1904 a 1907. De 1907 a 1911 lo encontramos dedicado al estudio de la teología en Pamplona, donde fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1910.

Completados sus estudios fue asignado al convento de Pamplona Extramuros, donde residió hasta 1935 dedicado a los ministerios pastorales típicos de los capuchinos: el confesionario y la predicación. Su actividad pastoral fue intensa en los pueblos vascoparlantes de la montaña navarra, donde también fomentó con ahínco las hermandades de terciarios franciscanos (Orden Franciscana Seglar), algo que se promovía desde el pontificado de León XIII como medio para cristianizar la sociedad. Durante estos años progresó en el conocimiento del euskera y sus entresijos, desde que se había propuesto firmemente estudiar a fondo su lengua materna, cuando siendo estudiante en Tudela no logró comunicarse con su madre durante una visita que esta le hizo. En el marco de su actividad pastoral entre vascoparlantes inició en 1913, junto con el P. Buenaventura de Oyeregui, la publicación de una hoja mensual en euskera, destinada a la formación espiritual de los terciarios franciscanos, con el título de “Irugarrengo Prantziskotarra” (El Terciario Franciscano), que llegó a contar con cuatro mil suscriptores. Años más tarde, en 1919, los mismos religiosos fundaron una revista en euskera de mayor envergadura, cuyo título fue “Zeruko Argia” (Luz del cielo), que incluía distintas secciones: temas de fe y moral cristianas, sucesos y cuentos ejemplares, asuntos misionales, poesía y música religiosa y una sección recreativa infantil. La revista llegó a tener seis mil suscriptores en su primera etapa (1919-1936).

Por su promoción del euskera, tanto escrito como hablado, el P. Dámaso fue nombrado en 1921 socio numerario de la Academia de la Lengua Vasca. Ese mismo año, el 27 de enero, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Elizondo (Navarra), ante la asamblea de académicos, disertó sobre las formas del verbo vasco de Navarra en “Zuketan” (manera respetuosa de hablar entre distintas personas). D. Ramón Olabide le dio la bienvenida a la Academia con la pregunta de rigor: -Zertara etorri zera? (¿A qué has venido?). A lo que respondió: -Ekin eta jarrai (A superarme cada día más y más). El título de académico le facilitó la presencia en iniciativas culturales poco conocidas, como la apertura de escuelas privadas de euskera, la promoción de fiestas vascas en los pueblos de la montaña, que culminaron en la gran fiesta vasca de Pamplona en septiembre de 1930. Durante muchos años fue vocal de la asociación Euskeraren Adiskideak (Amigos del euskera), cuyos objetivos eran promover la lengua y las tradiciones vascas.

En 1935 el P. Dámaso fue destinado con el cargo de vicario conventual a Hondarribia, lugar donde se encontraba al estallar la guerra civil en 1936. Toda la comunidad, acusada infundadamente de nacionalista, fue llevada prisionera al fuerte de Guadalupe y posteriormente al convento de Pamplona, desde donde casi todos los religiosos fueron destinados a las misiones de ultramar por las presiones que las autoridades ejercieron sobre los superiores. Así las cosas el P. Dámaso fue destinado a Chile, para donde se embarcó en Lisboa el 26 de noviembre de 1936. De aquellos tristes sucesos dejó un precioso testimonio, publicado en 1977 en el “Boletín oficial de la Provincia de capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón”. El P. Dámaso permaneció en el país andino hasta 1968 dedicado al ministerio pastoral, predicando y ejerciendo de párroco y capellán (de religiosas y del hospital de Constitución) en distintos lugares, y a la formación de los candidatos a la Orden capuchina como maestro de novicios. Vuelto a España, cuando ya contaba 82 años, fue destinado al convento de Pamplona Extramuros, donde, además de seguir dedicado al ministerio sacerdotal, pudo retomar sus trabajos como académico. Así, en la sesión que celebró la Academia el 4 de diciembre de 1968 en Pamplona, para conmemorar sus bodas de oro fundacionales, el P. Dámaso leyó unas cuartillas rememorando los primeros tiempos de la institución. La Academia le regaló un bastón con empuñadura y refuerzos de plata como homenaje y reconocimiento por ser el académico de número más antiguo. Los diez últimos años de su vida los pasó en la enfermería conventual, falleciendo el 21 de septiembre de 1986, cuando le faltaba poco menos de un mes para cumplir los cien. Al final de la misa funeral hablaron el P. Luis Villasante y D. José María Satrústegui en elogio del académico fallecido.

Como se puede apreciar en la bibliografía del P. Dámaso su obra como escritor e investigador de la lengua vasca no fue muy extensa, debido en gran medida a los treinta y dos años que permaneció en Chile. Pero es significativa y nada desdeñable. En las primeras décadas de su actividad, hasta su marcha a Chile en 1936, lo más importante de su labor a favor del euskera fue la publicación de las revistas “Irugarrengo Prantziskotarra” y “Zeruko Argia”. Además publicó algunas obras catequéticas y de carácter religioso: la Vida de San Francisco Javier escrita por Joaquín Lizarraga (1922), la Exposición de la doctrina cristiana (1924), un Catecismo compuesto a petición de D. Mateo Múgica Urrestarazu, obispo de Pamplona (1927), y una explicación de la liturgia en adviento (1930). Por otra parte también dedicó su empeño a las tradiciones vascas, a la lengua popular y a la poesía: en 1923 publicó un estudio sobre los “Días y fiestas vascas en Santesteban”, entre 1927 y 1928 aparecieron sus “Refranes antiguos en euskera”, y en 1929 dio a la luz las poesías de Luis de Jáuregui, presbítero, tituladas “Latidos del corazón”. En ese periodo de tiempo también colaboró con artículos en la revista “Euskera”. De regreso a España en 1968, cargado ya de años, tradujo algunas obritas al euskera: la encíclica “Humanae vitae” (1968) y la vida del P. Esteban de Adoáin (1970). También publicó de nuevo las poesías de Luis de Jáuregui (1975) y los “Antiguos refranes vascos de Navarra” (Naparroa-ko Euskal-esaera zarrak) (1974), editados por la Diputación de Navarra, obra con la que consiguió en 1975 el tercer premio en la IX edición de la Feria del Libro y Discos Vascos, celebrada en Durango. Estos años dejó artículos en las revistas “Euskera”, “Goiz-Argi”, “Karmel” y “Príncipe de Viana”.

José Ángel Echeverría

 

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