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Padre Hilario Olazarán de Estella-Lizarra

Alejandro Olazarán Salanueva nació en Estella el 9 de febrero de 1894, y fue un destacado músico y propulsor de la música tradicional.

Gracias a su precoz talento como organista, a los ocho años de edad recibió el encargo de amenizar las misas más solemnes en el colegio de Escolapios de Estella. Con nueve años se estrena como organista en la Basílica de Nuestra Señora del Puy, y a los 18 años comienza a escribir música, antes de haber estudiado armonía. Su maestro de música de infancia fue el organista de la parroquia, Moisés Baylos Albéniz; más tarde estudió armonía en Pamplona con el profesor Bonifacio Iráizoz.

El 25 de setiembre de 1909 ingresó en la Orden de los Frailes menores Capuchinos, en la ciudad de Sangüesa y, siguiendo la práctica de las comunidades religiosas, recibió el nombre de Fray Hilario de Estella (nombre que adquirió como religioso). Más tarde, por su propia iniciativa, se hizo llamar Padre Hilario Olazarán de Estella, y con este nombre adquirió su popularidad. Después de cursar los estudios eclesiásticos, fue ordenado sacerdote en la ciudad de Pamplona el 30 de setiembre de 1917.

1. Profesor en el colegio de Lecároz, centro importante del nacionalismo musical vasco

El Colegio de Lecároz, localidad del valle del Baztán (Navarra), era un caso excepcional de actividad musical, especialmente religiosa. Contaba con orquesta propia constituida por profesores y alumnos que interpretaban un amplísimo repertorio de compositores: Eslava, García, Zubiaurre, Hernández, Dubois, Gounod, Gorriti, Mercadante, Mocoroa, Trueba, Zabala, etc. En 1908, con la aparición del Padre Donostia ya ordenado sacerdote, cambió radicalmente el estilo de la actividad musical del colegio.

En Lecároz, el Padre Donostia recibió visitas de muchos compositores vascos: Luis Urteaga, Víctor Zubizarreta, Juan Tellería, Joaquín Larregla, José Izurrategui, José Uruñuela, José Olaizola, Santiago Bengoechea, etc, quienes le mostraban sus obras y las supeditaban a su opinión. La visita más importante fue la de Maurice Ravel, que tuvo lugar el 23 de agosto de 1927. Se congregaron además de los dos compositores: Xabier Zubiri, Asín y Palacios, Imaz, Losemboure, Marqués de Caviedes, Conde de Casa Miranda y Urcola. Ravel interpretó al piano su Sonatina y el Padre Donostia Herrimina y Gure Herria.

El Padre Donostia fue el primero en Lecároz en recopilar música de compositores vascos del pasado: maestros de capilla de Calahorra, Roncesvalles, Pamplona, Tudela, etc. con atención especial a Juan de Anchieta, los clavecinistas vascos, Juan Crisóstomo de Arriaga, etc. además de otros compositores de su tiempo.

Por su parte, el Padre Hilario sustituyó al Padre Donostia en el manejo del piano y el armonio. Empezó en noviembre del año 1918, cuando el Padre Donostia se desplazó a Madrid, donde residió durante el invierno y la primavera siguiente. El Padre Hilario gozaba de cierta fama como compositor y un gran prestigio de pianista-organista. Convivió dieciocho años en Lecároz con el Padre Donostia, y juntos formaron un dúo, como intérpretes de piano a cuatro manos o a dos pianos. Sus recitales se convertían a veces en dúos de cámara: el Padre Donostia violín y el Padre Hilario piano. Y también en tríos, con la participación del flautista Padre José de Lesaka (José Echaide Echegoyen). Durante algunos años también formó parte de estos conjuntos de cámara el Padre Tomás de Elduayen (Tomás Echeverría Elósegui), destacado compositor de música vasca. El Padre Hilario estudió con el Padre Donostia contrapunto y composición, lo cual le sirvió principalmente para perfeccionarse en su formación musical y enterarse de las últimas técnicas compositivas que el Padre Donostia traía de sus temporadas musicales de París, e influyó significativamente sobre su labor de recopilación de melodías populares.

De 1918 a 1936 ejerció como profesor de piano y francés en el colegio de Lecároz. Durante su permanencia en dicho colegio aprendió el euskera, de manera que pudo entenderse con los alumnos con bastante comodidad. Creó entre los alumnos del colegio la primera academia de txistu y es aquí donde escribe su primer Método de txistu. Dirigió la banda de música del colegio y a esta etapa se debe gran parte de su producción musical para banda, piano, orquesta, coral y txistu. Hacia 1922 el Padre Hilario inició su obra de explorar, investigar y recoger la música de Navarra, visitando, a tal efecto, a los mejores instrumentistas de txistu de la región y recogiendo fielmente todo su repertorio, con lo que adquirió un profundo conocimiento que luego se reflejaría en sus composiciones.

En 1925 el Padre Hilario se trasladó al monasterio benedictino francés de Solesmes, donde estudió canto gregoriano y acompañamiento de órgano. Ese mismo año publicó su primera obra para piano inspirada en el folklore de Navarra, Mutil-dantza de Baztán. A esta composición le seguirían otras como la partitura para piano con prólogo-estudio del Baile de la Era de Estella, Ingurutxo de Leiza, Danzas de Baztán, Dantza-soñu y Yoku-dantzak. A esto hay que unir sus piezas para tres voces de txistu con tamboril como Eguberria, Mixintxo, Litxu, Txoriak, Arkaitzak y Edurne, Y los poemas musicales como Done Bartolometan, con letra en euskera escrita por su hermano Agustín, y Oración a la Virgen del Puy. También sus composiciones para órgano, varias misas, las piezas llamadas Infantiles creadas para sus alumnos principiantes de piano, y su cuaderno de canto y piano Gimnasia de Lekaroz para acompañar los ejercicios gimnásticos de los alumnos. Pero sin duda la obra más reconocida de este capuchino es su Método de txistu y tamboril, el primero en su género, que fue publicado en 1929 en la revista Euskalerriaren alde. Este método ha sido reeditado en sucesivas ocasiones. En 1972 la Diputación de Navarra publicó otro importante tratado suyo: Tratado de txistu y gaita.

2. Exilio en Chile

Como consecuencia de la Guerra Civil Española, fue expulsado del país el 31 de octubre de 1936, estuvo destinado en la República de Chile, donde durante 27 años se consagró a su actividad de sacerdote. El Padre Hilario marchó como misionero a Chile, y allí desarrolló una labor de apostolado por el campo, la cordillera de los Andes, la orilla del Océano Pacífico y los márgenes de los ríos, desde el Aconcagua hasta el Bío-Bío. De las aficiones artísticas de sus pasados años solamente practicaba el txistu y tamboril, que resultaron ser grandes colaboradores de sus misiones y catequesis.

En sus complicados años en Santiago de Chile, contaba con un pequeño órgano “Cavaillé-Coll” (un solo teclado y pedalier de 8 pies). Forzado por los ruegos insistentes de algunos amigos, dio varias conferencias sobre música coreográfica principalmente de Navarra, durante los cuales ejecutaba los ejemplos con un grupo de jóvenes en el Teatro Municipal de Santiago de Chile, siempre repleto de público.

Acostumbrado a contar a los niños leyendas y cuentos, acompañándose de un pequeño armonio, durante varios años contó narraciones de asunto sagrado exclusivamente. Se divulgó la noticia de su manera tan amena, atractiva y artística de contar narraciones, de modo que las emisoras de radio de Concepción (fue párroco durante 5 años) y Valparaíso emitieron sus palabras, con la compañía de la música descriptiva, inventada y tocada por él mismo, en esta ocasión en pianos de cola.

3. Retorno a Navarra

En 1963 regresó definitivamente a España y tomó como residencia el convento de San Antonio de la ciudad de Pamplona, donde se entregó de lleno a sus actividades artísticas. Continuó retransmitiendo por radio y televisión sus narraciones con acompañamiento de música descriptiva improvisada en cada oportunidad, y recorrió varios países de Europa en giras musicales, haciendo oír los sonidos de su txistu y tamboril.

La Asociación de txistularis del país vasco, de la que era capellán honorario, le rindió un homenaje multitudinario en Estella en 1971, tres años antes de su fallecimiento. Su ciudad también le honró dando su nombre a una calle y en su casa natal colocó una placa de recuerdo.

El Padre Hilario falleció en Pamplona el día 28 de junio de 1973, y recibió sepultura en su ciudad natal de Estella (Navarra).

4. Conclusión

Cabe destacar la importancia social y cultural que tiene el Padre Hilario, no solo en el País Vasco y Navarra, sino también en la historia de la música general. El papel tan relevante que han desempeñado una parte de sus obras, algunas de ellas premiadas a lo largo de la geografía española. Destacar durante su exilio en la república de Chile como sobresalió por la manera de contar sus narraciones siempre acompañado de música descriptiva interpretada con el txistu y tamboril y, en las ocasiones en que se lo permitían, con un piano.

La significación que tuvo junto al Padre Donostia en el impulso del nacionalismo musical vasco. Principalmente durante sus dieciocho años de convivencia en el colegio de Lecároz y hasta su exilio en Chile, cuando participaban juntos en las visitas al colegio de Lecároz de diferentes compositores de renombre para intercambiar impresiones sobre la música que estaban componiendo, y les intentaban convencer para que utilizasen en sus composiciones ritmos y melodías populares.

Durante su exilio en Chile siguió utilizando el txistu y el tamboril. En su regreso a España el padre Hilario se alojó en el convento de capuchinos de San Antonio de Pamplona, donde continuó practicando esta manera de narrar cuentos escritos por él, con fondo de música de piano, interesando incluso a TVE (televisión española),con la que grabó varios programas. Promovió la celebración del Olentzero en Pamplona, del que fue uno de sus máximos impulsores.

Recalcar el valor e interés del archivo musical del padre Hilario, pues si ya se preveía su importancia, una vez identificados, sistematizados, ordenados e inventariados los materiales, su consideración patrimonial, científica y académica ha crecido exponencialmente. Por lo tanto, esta valiosa colección debe ser conservada y protegida adecuadamente dada su trascendencia musicológica e histórica.

Josetxo Sánchez Salsamendi, 28 de junio de 2023

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