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Festividad de San Antonio de Padua

Bullarium Ordinis FF. Minorum S.P. Francisci Capuccinorum seu Collectio Bullarum, Brevium, Decretorum, Rescriptorum et Oraculorum &c., quae à S. Sede Apostolica pro Ordine Capuccino emanarunt ... / variis notis & scholiis elucubrata a P.F. Michaele a Tugio ... ejusdem Ordinis ... ; tomus tertius.-- Romae : typis Joannis Zempel ..., 1745.

El 16 de enero de 1220 se cumplían ochocientos años del martirio en Marrakech de los cinco franciscanos Berardo de Calvi, Pedro de S. Gemini, Otón de Stroncone, Acursio y Adyuto de Narni. Pudiera parecer un hecho insignificante, pero en la historia franciscana tiene una importancia singular, pues se trataba del primer grupo de mártires de la Orden. Por este motivo serán conocidos como los protomártires francisanos. Al mismo tiempo, su martirio está estrechamente vinculado con la figura de san Antonio.

Será ante sus cuerpos inertes y desgarrados cuando, el entonces canónigo agustino, Fernando de Lisboa decida vestir el hábito franciscano, tomando el nombre de Antonio, con el que hoy es venerado como santo. El octavo centenario de dichos mártires se celebra no solo en el territorio de Terni, donde se encuentra el santuario en el que se veneran sus restos, sino también en otros lugares del mundo, especialmente en Coímbra, precisamente por la vinculación que ese lugar tiene con san Antonio.

El caso del santo del pueblo es singular, puesto que mientras es venerado por su popularidad entre el pueblo, al mismo tiempo estamos hablando de un intelectual de amplio calado. Precisamente, cuando el papa Pío XII lo declaraba doctor de la Iglesia, en 1946, con el título de Doctor Evangélico, expresaba estas palabras que describen especialmente su persona y figura:

«Alégrate, feliz Lusitania: salta de júbilo, Padua dichosa, pues engendrasteis para la tierra y para el cielo a un varón, que bien puede compararse con un astro rutilante, ya que brillando, no solo por la santidad de su vida y gloriosa fama de sus milagros, sino también por el esplendor que por todas partes derrama su celestial doctrina, alumbró, y aún sigue alumbrando al mundo entero con una luz fulgentísima».

Este detalle puede ser interpretado también, a la luz de la carta que le escribe el mismo san Francisco, cuando la fama de su celestial sabiduría, se había extendido ya por Italia y, por ello, el Poverello le confiere el encargo de enseñar a los frailes, de manera simple y directa… «Fray Francisco a Antonio, mi Obispo. Me place que enseñes a los frailes la Sagrada Teología con tal que con este estudio no apagues el espíritu de la santa oración y devoción, según en la Regla se previene». De esta manera, Antonio fue el primer Lector de la Orden de los Menores, cumpliendo con cuidado esmero su oficio de Maestro, enseñando en la ciudad de Bolonia, luego en Toulouse y, finalmente, en Montpellier.

Pueden conocer más sobre San Antonio de Padua en nuestras bibliotecas.

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