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San Jerónimo: vida, obra y recepción

El presente monográfico de Mirabilia Journal 31 tiene como finalidad realizar un acercamiento, de manera interdisciplinar, a la figura y el pensamiento de san Jerónimo en el marco de XVI Centenario de su muerte (420-2020). Dos son las coordenadas fundamentales sobre las que está organizado: el Humanismo y la Biblia, resaltando principalmente desde diferentes perspectivas su aportación al estudio y traducción de la Escritura.

También hoy parece interesante acercarse a la figura que es san Jerónimo. Ese dálmata vehemente, nacido en Estridón que –a petición del papa Dámaso (304-384)– afronta el serio reto de traducir la Biblia del griego y hebreo al latín. En este sentido, a la hora de organizar este número monográfico, se ha tenido también muy presente que, en el siglo V, traducir la Escritura suponía dominar el griego e, incluso, el hebreo.

Jerónimo comenzó la traducción en el año 382, asumiendo una versión íntegra del Nuevo Testamento, que concluirá hacia el 390, momento en que afronta la traducción del hebreo al latín del Antiguo Testamento; tarea que concluirá en el 405. Por esta obra singular podemos considerarlo como Padre de la exégesis bíblica. Y, a este respecto, parece necesario tomar conciencia de que con sus obras ejerció un fuerte y amplio influjo en la forma de traducir e interpretar las Escrituras, así como en la promoción del latín como medio de comunicación en la historia de la Iglesia y, por lo mismo, en el Occidente. Cualesquiera de estos motivos son suficientes para justificar la mirada hacia él, en el marco de esta efeméride.

La intención, no lo olvidemos, era reemplazar la Vetus latina, que resultaba poco adecuada, en razón de haber sido traducida por personas muy diversas, obteniéndose por ello unos resultados desiguales, y sin contar con un criterio común para el proyecto. Al ser la versión sancionada oficialmente por la Iglesia católica, la Vulgata tuvo una gran difusión a lo largo de la Edad Media, pero el amplio número de ejemplares que se copiarán tendrá como consecuencia la inclusión de frecuentes errores de copia. Algo que, en gran medida, será corregido de la mano de los grandes humanistas.

Quizás el más significativo, en relación a esta cuestión, sea Erasmo de Róterdam (1466-1536), que considerará a san Jerónimo como un modelo del investigador atento y cuidadoso, al que tendrá además como paradigma, por considerarlo una síntesis singular entre el cristianismo y la cultura antigua. No olvidemos que, por otra parte, Erasmo toma este nombre de un amigo de Jerónimo –jugando con lo que esto implicaba también en su proyecto–. Otro Desiderio.

Ampliando la mirada, en una perspectiva interdisciplinar, la presente monografía pretende delinear un contexto con sus múltiples aportaciones y dificultades. Los diversos ensayos, a este respecto, ayudan a abrir un espacio de diálogo, en un interés sobre una figura y su amplio contexto. En este sentido, san Jerónimo se convierte en una oportunidad para hacer dialogar, de manera particular, a las Ciencias Eclesiásticas y a las Ciencias Humanas.

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